Estructura y Espontaneidad

Cada mañana, al ponerme las gafas,
El día comienza, y la rutina arranca.
Como un caballero en su celda recluido,
Analizo mis pasos, uno a uno, sin descuido.

Otra vez, me pongo en marcha,  
Otra vez, caigo en la trampa. 
Como al caballero que medita,
La monotonía sin piedad me atrapa.

De nuevo cae noche en la celda,  
El caballero reflexiona en su soledad,  
El agua de lluvia la sed calma 
las piedras se convierten en verdad.

Sin compañía alguna, él se encuentra,  
No sabe cuánto tiempo allí quedó,  
Sus actos, su mente atormentan,  
Sus pensamientos, sin descanso, analizó.

Reflexiona, delibera, vuelve a pensar,  
Analiza sus pasos, cada movimiento,  
Su retiro voluntario, lo hace cuestionar,  
Es hora de actuar, y hacerlo con tiento.

Una locura, una insensatez,  
Salir de la celda, enfrentar su miedo,  
El caballero, con valentía y altivez,  
Rompe la rutina, como en un sueño.

Cambios pequeños, impacto grande,  
Romper la monotonía es la clave,  
Flexibilidad en cada instante,  
Para que la creatividad nunca acabe.

Así, en la vida cotidiana y en los actos valientes,
Buscamos equilibrio, con cada paso consciente.
La rutina y la flexibilidad pueden coexistir,
A través de mis gafas, lo puedo discernir.
LCR




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En el Borde de la Paradoja

Ramón, es un soñador despierto, aunque en ocasiones también es un realista empedernido. Prefiere el silencio acogedor que brinda un buen libro, pero la algarabía de una fiesta tiene el poder de tentarlo y sacarlo de su zona de confort, hasta el punto de llegar a tomarse la ultima. Las mañanas no son mañanas sin su indispensable café. Sin embargo, en la calma de la noche el cuerpo le pide una infusión para cerrar la jornada con tranquilidad.

Aunque se encuentra rodeado de la última tecnología, tiene un apego nostálgico a lo analógico, como si los vinilos y las cámaras de carrete le recordaran un tiempo más feliz. Esa calidez del sonido de un vinilo girando bajo la aguja, el crujir de una página al pasar en un libro viejo, o el suave clic de una cámara de carrete, logran transportarlo, a un pasado donde la vida era más tranquila.

No le gustan las rutinas, porque siente que lo encadenan sumiéndolo en una monotonía que anula su esencia. La repetición diaria le pesa, como si cada día fuera una copia del anterior, drenando su creatividad y su espíritu aventurero. Sin embargo, en un rincón de su mente, comprende que esas mismas rutinas son las que le brindan la estabilidad que necesita, manteniéndose firme en medio del caos que rige su vida.

En cada decisión, en cada preferencia, la paradoja le se manifiesta, tejiendo una red compleja que define quien es. Donde encuentra a través de esa contradicción constante su esencia más pura y única, navegando entre extremos, encontrando en ese viaje interminable su verdad. Y es en esta dualidad donde se descubre a sí mismo, como una persona que abraza tanto el caos como el orden, encontrado su propósito en el constante balanceo entre lo antiguo y lo nuevo, entre la serenidad y la agitación, y en ese interminable vaivén, encuentra su camino y su identidad.

 



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El Maletín Mágico

Era una tarde fría de invierno, cuando el sol bañaba con sus últimos rayos la espesa capa de nieve. Las ramas de los árboles, cubiertas de escarcha, se alzaban hacia el cielo como delicadas joyas de hielo. El aire estaba impregnado de un silencio profundo, solo interrumpido por el crujir de los pasos de Alicia sobre la superficie helada. En ese paisaje invernal, las casas parecían refugios acogedores, con humo saliendo de las chimeneas y luces cálidas brillando en las ventanas. Los niños se abrigaban con bufandas y guantes, riendo mientras construían muñecos de nieve en los jardines. Los pájaros, que habían permanecido ocultos durante la noche, ahora revoloteaban en busca de migajas de pan.

Alicia iba deshilachando con calma el enmarañado nudo de pensamientos que se habían ido posando a lo largo del día en su cabeza. Sus pasos eran acompasados, las manos en los bolsillos y los ojos mirando sin ver, fijos en el adoquinado de la acera. A su paso por el parque, que cruzaba todos los días de camino al trabajo, un leve sonido activó a su ocupado cerebro, un débil sonido procedía de alguna parte. Desviándose de su camino, aguzando bien el oído, fue en su busca. Se fue internando poco a poco en el parque, sus botas crujían sobre la nieve fresca. El sonido, apenas audible, la guiaba como un hilo invisible a través del laberinto de árboles y arbustos helados. El parque, usualmente bullicioso, parecía un reino encantado, sumido en el silencio invernal. Finalmente, tras un arbusto cubierto de escarcha, Alicia encontró la fuente del débil sonido: un pequeño erizo, aparentemente desorientado y asustado. Se agachó lentamente y extendió su mano, permitiendo que el erizo se acostumbrara a su presencia. Después de unos momentos, el pequeño animal se relajó y permitió que lo recogiera.

Al llegar a casa, Alicia puso un viejo maletín ajado en la mesa, lo abrió y desapareció dentro de el con el erizo en la mano. Apareció dentro del claro en el corazón del bosque. Allí, entre árboles gigantes y flores luminosas, se encontraba el hábitat mágico. Era un lugar de una belleza indescriptible, donde los animales vivían en armonía y la magia fluía libremente. Dejó a Gus Gus en el suelo que al ver su nuevo hogar, se sacudió con alegría y miró a su rescatadora con un brillo en sus ojos. De repente algunos animales, vinieron a dar la bienvenida a su nuevo amigo.

— Aquí estarás a salvo, pequeño—  susurró—.

Gus Gus, asintió con la cabeza y se interno el el bosque con sus nuevos compañeros. Alicia se giró y empezó a subir por la escalera con una mezcla de tranquilidad y alegría a dejar a su nuevo amigo a salvo en aquel paraje mágico, regresando de nuevo al mundo humano.

 


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Condenados Creepers

Miles de construcciones realizo con pasión,
pero los creepers siempre traen la devastación.
Cada estructura, cada nueva creación,
se convierte en ruinas, sin ninguna explicación.
 
Lucho y persisto, buscando protección,
pero sus explosiones siempre rompen mi ilusión.
Las torres caen y las murallas se deshacen,
el fruto de mi esfuerzo convertido en desastre.
 
La frustración inunda mi alma,
toda mi labor, en un instante, anulada.
Levanto de nuevo, mis manos temblorosas,
pero el miedo a los creepers nunca reposa.
 
Y aunque reniego, grito y me enfado,
cada día en Minecraft me tiene obnubilado.
Porque al final, el reto es mi amigo,
en este mundo cúbico, siempre sigo.
 
LCR 



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Los Astros del Callejón

En las tardes de verano cuando el sol cedía,  
era momento de jugar, con risas que surgían.  
El callejón era nuestro estadio,
testigo mudo de triunfos tan recordados.

Héroes del balompié con el respeto ganado,  
ídolos anónimos en partidos olvidados.  
Íbamos con todo en cada jugada,  
soñando con ser los astros de la década dorada.

Camisetas gastadas y rodillas raspadas,  
el balón raído era nuestra joya más preciada.  
Cada gol era un logro sagrado,  
cada caída un lazo bien forjado.

El silbato anunciaba el final y la cancha debíamos abandonar.
La cena esperaba y en silencio se quedaba el lugar.
En nuestras mentes se quedaban los momentos,
planeando sin demora el próximo encuentro.

Los callejones quedaron llenos de leyendas,  
jugábamos con pasión y no por hacer historia.  
La pelota rodaba, llevando nuestra ilusión,  
de ser héroes del fútbol junto a la afición.

LCR



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Una Luz En Un Día Gris

Amaneció nublado, pero no era de extrañar, llevaba toda la semana amenazando lluvia. Me disponía a salir a la calle, así que cogí la gabardina, me calé el sombrero, cerré la puerta y me quedé bajo el amparo de aquél techo gris. Durante el paseo matutino, un susurro, una voz un tanto diferente empezó a resonar en mi cabeza.

A cada paso que daba tenía la sensación de estar más en sintonía con aquella voz, un eco de mi propia alma, que iba transformando cada gota de lluvia en un destello de claridad. A medida que avanzaba, la ciudad parecía desdibujarse, cediendo su lugar a un paisaje interior, un mundo de paz y plenitud que había estado buscando sin saberlo, dándome cuenta de que la verdadera luz no venía de fuera, sino del resplandor que llevaba dentro.
 

 
 
 


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