Decisiones En La Roca

El atardecer se cernía sobre la cueva con un aire de presagio. Las sombras se alargaban grotescamente, distorsionando las formas familiares en siniestras figuras que parecían acechar desde el crepúsculo. El cielo, teñido de tonos carmesí y púrpura profundo, daba la impresión de una herida abierta, sangrando sobre el horizonte. El sol, agonizaba entre las montañas mientras arrojaba una luz mortecina que se filtraba a través de las nubes, creando un escenario de contraste y desesperanza. Una tormenta de arena se levantaba en el horizonte, sus densas nubes avanzaban rápidamente, oscureciendo el cielo aún más. El silbido de la arena que traía el viento, mezclado con susurros de los habitantes de la noche helaba la sangre. Robson apostando en el umbral presenciaba la escena con los puños apretados. Era consciente de que faltaba poco para que cayera la noche y la zona se convirtiera en un hervidero de criaturas de todo tipo. Sin más demora, accionó la palanca y las compuertas de metal cayeron con un estruendo.
 
El eco resonó en la cueva tras el cierre, el silencio que vino después era total. Robson, se dio cuenta que aun tenia los puños apretados, y lentamente, relajándose, se apoyó sobre la roca que dominaba su refugio. En ese momento, su mente se llenó de pensamientos y reflexiones. Mirando las sombras danzantes proyectadas por las antorchas, Robson pensó en el camino que lo había llevado hasta allí. Cada decisión, cada sacrificio, habían sido para este momento. La roca, fría y sólida bajo su mano, le recordó la firmeza que necesitaba encontrar en su interior.
 
Mientras reflexionaba sobre la valentía, se dio cuenta de que no era la ausencia de miedo lo que lo haría triunfar, sino la determinación de enfrentarlo. El tiempo pasaba, y el eco de sus pensamientos se fue mezclando con los siniestros murmullos de los vampiros que se acercaban, haciendo que en la cueva, su refugio, se sintiera cada vez más pequeño.
 
Planificar cada paso ya no era una opción factible. Debía actuar con rapidez y confiar en su preparación militar. La luz agonizante del atardecer se filtraba por las grietas de la cueva, Robson se levantó, sintiendo una claridad renovada y una resolución férrea. Con pasos firmes, se dirigió hacia el corazón del lugar, preparado para enfrentarse a los terrores de la noche. La batalla por su vida había comenzado y, sobre la roca, encontró el valor necesario para enfrentar el destino.
 
 

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