Cuando se es pequeño se descubren
cosas de todo tipo, todo es asombroso y está lleno de magia. Pero poco a poco te
vas acostumbrando a lo que te rodea, lo que antes te sorprendía deja
de sorprenderte, y empiezas a darte cuenta que ya nada es nuevo para
ti y piensas que ya lo has explorado todo. Sin embargo siempre queda algo por descubrir, por explorar. Puede que sea un
tesoro, algo nuevo que desconocías o una persona que siempre ha
estado ahí o no, con la que habías hablado solo de cosas triviales o solo habías intercambiado miradas fugaces, pero
que nunca te habías atrevido a conocer. Quizás porque la timidez te supone
un obstáculo; o no encuentras las palabras apropiadas y piensas que
vas a meter la pata; o tu mismo te vas poniendo excusas para no hablar con ella.
Sin embargo, nada dura eternamente y un día
decides romper esas cadenas que te impedían conocer a esa persona.
Superas la timidez, encuentras esas palabras, desechas las excusas... Y es
entonces es cuando averiguas que tus temores son infundados, que tienes que dejar que todo fluya y
descubres que siempre ha estado ahí esperando a que tu te acercaras
y le hablaras. Es en
ese momento cuando descubres cualidades de ella que son muy parecidas
a la tuyas: sabe escuchar, es confidente, sabe
dar buenos consejos... Da igual el problema que sea, pero siempre esta ahí.
Después de todo eso, es cuando puedes
ver a la buena persona que siempre ha estado ahí, oculta esperando a hablar contigo y no te atrevías. Por eso, yo creo que
nunca se dejan de descubrir cosas, da igual que seas niño,
adolescente, joven o adulto, siempre estás a tiempo de conocer tesoros.