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La Niña De La Ventana IV



Parte IV

El Fin

Presenciar esa escena fue demasiado para su torturado cerebro. Después de la revelación, Malcom se quedó paralizado unos instantes, poco a poco fue volviendo en sí. Sabía que tenía que salir de ese lugar, pero no sabía cómo iba a poder hacerlo, pues estaba demasiado cansado para recordar el camino de salida. Al rato de estar sentado, cayó en la cuenta de cómo había llegado, así que cogió la antorcha y  salió de la tribuna donde se encontraba, no se podía quitar las palabras de la niña de la cabeza, sabía que si no salía pronto de ahí correría la misma suerte de aquél hombre del altar.

Comenzó a desandar el camino, una cosa le preocupa, no escuchaba ningún ruido y eso le aterraba. Llego a la habitación de los libros antiguos, pero pasa su sorpresa la estancia estaba vacía, el mobiliario que había visto momentos antes ya no estaba, ni los ejemplares antiguos, no había nada. De repente un escalofrió sacudió todo su cuerpo, alguien le estaba llamando.

—Malcom, Malcom —susurró la niña suavemente.

— ¿Quién eres? —dijo, Malcom, débilmente. 
—Siento que no me recuerdes —respondió con tono triste—. Estaba jugando en el bosque cuando algo me alcanzó. ¿Recuerdas?
— ¡No puede ser! —exclamó, teniendo la certeza de que cuando la encontró ya no respiraba—. ¿Qué quieres de mí? 
—Simplemente que des cuenta de tus actos —contestó la niña, con una sonrisa perturbadora.—Dejamé en paz, ¡Quiero Vivir! —manifestó, Malcom con la voz quebrada, con la esperanza de poder salir de allí. 
— ¿Vivir?- rió-. Pero si tú ya estás muerto.

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La Niña De La Ventana III


Parte III

Los Sucesos Acontecidos En La Cripta

Mientras la angustia lo dominaba por verse en una situación sin salida, de repente un atisbo de lucidez invadió su mente. Empezó a recordar que en las partidas de rol que jugaba con sus amigos, sus personajes, de vez en cuando se encontraban situaciones similares a la que estaba en ese momento. Con una renovada esperanza de un salto se levantó y comenzó a investigar la habitación en la que se encontraba, ya que Malcom creía que había una manera de abrir la puerta.

El primer objeto en el que centro su atención fue la mesa, era muy antigua y estaba algo castigada por humedad y la carcoma, tenia dos cajones que Malcom abrió con la esperanza de que tuvieran un doble fondo y alguna pista que le indicase como salir de ahí, pero no encontró nada. Se quedó un rato pensativo hasta que dio con otra idea. La sala esta rodeada de estanterías con libros, y alguno tendría que tener un mecanismo que activara la puerta. Así que se puso manos a la obra, buscaba un libro que estuviese desgastado por los bordes, cerca del lomo. Pasó un largo rato comprobando uno a uno los libros, pues eran muchos y demasiado viejos, con lo cual sería una ardua tarea. Había todo tipo de libros; algunos eran diarios; otros de historia; otros parecían ser de magia oscura, cosa que extrañamente le sorprendió. Se pasó horas y horas buscando, incluso llegó a desesperarse, hasta que al final dio con el que buscaba, tiró de él y la puerta se abrió haciendo un leve chirrido.

Un pasillo lóbrego y oscuro se abría ante él. Malcom se acercó muy lentamente hacia el marco de la puerta pues la experiencia le había enseñado, que el lugar donde se encontraba estaba repleto de sorpresas, y la mayoría eran muy desagradables. Cogió la antorcha de la habitación y se adentró cuidadosamente en el pasillo. Anduvo mucho tiempo entre telarañas, de vez en cuando algo le rozaba los tobillos, se encontraba en una cripta y eso significaba convivir con multitud de alimañas de dudosa procedencia.

Pasó mucho tiempo, hasta que de repente escuchó tambores a lo lejos, y una luz muy tenue al principio que cada vez se hacía brillante, hizo que no necesitara la antorcha. Siguió avanzando hasta que se encontró en un galería. Con mucho cuidado y escondido examinó el pequeño lugar donde se encontraba, y descubrió de donde procedían los tambores. Estaba en lo que parecía ser una tribuna, con la particularidad de que estaba escavada en la roca. Se encontraba seguro en aquel lugar, de repente los tambores cesaron, entonces la vio, ahí estaba ella, acompañada de dos personas con una túnica negra. Detrás traían a un hombre encadenado que con mucho esfuerzo lo ataron a un altar entre vítores de la multitud. De repente la gente allí congregada se cayó. Una extraña oscuridad comenzó a reinar en ese lugar, uno de los encapuchados se adelantó, cogiendo un libro que le ofrecia su compañero. Tal fue la sorpresa de Malcom, cuando comprobó aterrado que era uno de los libros que había comprobado en aquella sala, como nadie sabía que se encontraba en ese lugar, ahí se quedo siguiendo la escena con atención:

El encapuchado abrió el libro y empezó a leer algo ininteligible a los oídos de nuestro protagonista. Entonces un ruido muy fuerte se escuchó en la sala, y una nube oscura irrumpió en aquel lugar introduciéndose en el cuerpo del sectario. Esté se cayó al suelo, mientras se retorcía de dolor, al mismo tiempo que gritaba, convulsionaba y le salía una sustancia blanquecina de su boca. De repente su cuerpo se quedó inerte en el suelo, y pasado un tiempo se levanto. Se había convertido en una criatura extraña. A Malcom le resultaba familiar pero se quedó petrificado al verla. Entonces aquel ser se acercó al hombre que estaba atado en el altar, y hundiendo una de sus garras en el pecho, le arrancó el corazón. La niña que contemplaba la escena impasible, alzó la mirada buscando  algo o a alguien, pues sabía que Malcom estaba en ese lugar, pero no estaba segura de donde estaba. Así que introduciéndose en su agotada mente le dijo: Tú serás el siguiente.

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La Niña De La Ventana II


Parte II

La Cripta

Poco a poco los ojos de Malcom se iban acostumbrando a la oscuridad, y conforme iba avanzando se iba haciendo una ligera idea de donde podía estar. Mientras andaba por aquél angosto pasillo, se daba cuenta de que no le gustaba estar en ese lugar. Aunque sabía que había llegado su hora, no acababa de aceptarlo. Cuando llegó a lo que parecía un antigua sala, el miedo lo volvió a paralizar al darse cuenta que la niña ya no estaba con él.

Aquella sala débilmente iluminada era un lugar oscuro. Cosas extrañas ocurrían en su interior pero eso Malcom lo ignoraba. Una pequeña corriente de aire frio, se colaba a través de una puerta vieja situada en el extremo opuesto de la sala, parecía que era la única salida. Aterrado nuestro amigo, dispuesto a abandonar ese sombrío lugar, se dirigió corriendo hacía la puerta. Si el miedo le hubiese dejado pensar con claridad, se habría dado cuenta de que esa habitación era su sentencia, una trampa de la que ya no había retorno. Justo cuando estaba llegando a la puerta escuchó un ruido sordo, y una trampilla se abrió bajo sus pies.

Malcom ignoraba cuanto tiempo había estado cayendo, pensaba que se encontraba a muchos metros de la sala, pero en realidad solo estaba a 4 metros del nivel anterior.  Se incorporó lentamente y anduvo hasta topar con algo. Cual fue su sorpresa al descubrir que se trataba de una pared de ladrillos. La cabeza le daba vueltas, ya no sabía ni siquiera donde estaba. Una vez que consiguió poner en orden sus ideas y darse cuenta de que ya no podía volver atrás, echo andar por el único camino que veía accesible.

Llevaba andado un largo trecho cuando sus ojos distinguieron una tenue luz. Con más prudencia que antes aceleró el paso, hasta llegar a una nueva estancia. Desde el umbral de la puerta escudriñó la habitación. Las paredes estaban llenas de estanterías con libros antiguos, en el centro había una mesa que tenia poco polvo encima, con lo que Malcom dedujo que alguien había estado allí no hace mucho. Siguió recorriendo la sala con la mirada hasta que descubrió aterrado que es lo que iluminaba aquel lugar. Encima de la puerta, en una ventana, estaba la niña con un candelabro. 

En realidad Malcom no sabía porqué esa niña que parecía tan dulce le daba tanto miedo. Desde que la vio por primera vez, en la ventana de aquella casa, supo que había llegado su hora. ¿Pero la hora de qué?. No paraba de repetirse constantemente la misma pregunta, a la que no encontraba la respuesta. Aunque había entrado voluntariamente en la cripta, solo quería salir de ese espantoso lugar. Se dirigió hacia la puerta y descubrió para su sorpresa que no tenia cerradura, ni picaporte alguno. Abatido y desilusionado se sentó en el suelo, y ahí se quedo.

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La Niña De La Ventana I


 Parte I

El Fin Se Acerca

Hace frío y la noche ha traído la serenidad de su silencio. La ciudad a quedado desierta, de vez en cuando, un aire frío recorre las calles azotando las persianas para colarse en los balcones de las casas de los que pretenden dormir. No todo el mundo esta durmiendo, al final de la avenida principal, hay una casa señorial que tiene pinta de llevar mucho edificada. Malcom se para, escudriña su fachada descubriendo que una de sus ventanas emite una tenue luz. Le da la sensación de que es una ventana de esas que se colocan en los desvanes, pero está lejos y lo la ve bien. Se va acercando y vislumbra una silueta de una niña apoyada en el alfeizar. Un ruido le sobresalta, se gira, y distingue entre la penumbra que una plancha de metal yace ahora en el suelo. Mientras se recupera del sobresalto, vuelve a fijar la vista en la ventana. La niña ha desaparecido.

Un escalofrío recorre el cuerpo de Malcom que de repente no sabe que, pero algo raro presagia. Sale corriendo por las calles de la ciudad hasta llegar enfrente de una casa algo más nueva que la anterior. Se encuentra desorientado, parece como si nunca hubiese estado en la ciudad, pero la verdad, había nacido en ella. Si atreverse a mirar hacia atrás sigue corriendo, cruza un lóbrego parque y a lo lejos divisa una tenue luz que le resulta familiar. Sus presagios se han confirmado. Su hora ha llegado.

Sigue siendo de noche, cada vez hace más frío, otro escalofrío recorre su cuerpo. A lo lejos entre los arboles, a contraluz, vuelve ha ver la silueta de la niña. Malcom quiere correr pero sus músculos se han quedado paralizados, quiere gritar pero se ha que dado mudo. Poco a poco la niña se va acercando, va vestida de blanco y su cara desprende ternura, él sabe que el fin se aproxima. Lo coge de la mano, y después de andar unos metros, llegan hasta una puerta herrumbrosa situada en el suelo, la niña dejándole atrás, le suelta la mano y se adelanta para abrir la puerta. Un fuerte chirrido castigó los oídos de su acompañante y girándose haciéndole una señal a Malcom, le indicó  que bajase por unas escaleras que se extendían ante ellos. Una vez que los dos se habían perdido en la oscuridad, la puerta se cerró de golpe, dejando un letrero al descubierto: “Bienvenido a tu tumba”

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