Recuerdos de un piano

Había una vez, un hermoso piano marrón que estaba orgulloso de si mismo porque de él salían melodías compuestas por los compositores más famosos. Se creía mejor que otros instrumentos del lugar y con el tiempo se volvía mas egocéntrico y egoísta, llegando a creer que no había instrumento mejor que él y que era el único que podía hacer sonar: la quinta sinfonía de Beethoven; la Sonata para piano nº 18 en re mayor de Mozart; La Toccata en Re Menor de Jean Sebastian Bach... Sin darse cuenta que el tiempo pasa por todos los instrumentos y él no era una excepción.

El día de después de su ultimo gran concierto, cosa que el ignoraba o no quería creer, trajeron a la sala de música un elegante piano de cola lacado en negro. Al principio nuestro orgulloso piano, lo menos preciaba al ver que de él salían melodías más fáciles y de lo que él creía de compositores principiantes. Se acercó el día de un concierto importante y esta vez escogieron al piano lacado en negro para dicho evento. El orgulloso piano no se lo podía creer y se enfado muchísimo, sin querer aceptar que había dejado de ser el instrumento más importante de la sala. Poco a poco fue quedándose en segundo plano, los músicos ya apenas lo utilizaban, hasta que un buen día lo llevaron a un almacén y años más tarde lo abandonaron en un bosque.

Triste y olvidado, iba recordando cuando era joven y las obras que en él eran tocadas; como poco a poco se fue volviendo orgulloso e iba menos preciando a todos los instrumentos que llegaban a aquella sala que él abandonó hace tiempo y la noche de aquél concierto donde hizo sonar sus últimas notas. El tiempo pasó y el viejo piano soñaba con volver hacer brincar las las notas entre sus cuerdas, golpear su madera y hacer vibrar su interior. Añoraba sentir aquellas manos que tantas veces lo habían despertado de su letargo, y que aún resonaban en la memoria de sus teclas, pero sólo era un vago recuerdo.

Un día empezó a notar cómo algo lo empujaba, le hacía daño y quebraba aquello que era sin poder remediarlo. Al cabo de mucho tiempo soportando ese dolor, cual fue su sorpresa que de su caja de resonancia maltrecha salieron de repente un par de notas. Comprobó que en sus teclas había algo creciendo, se parecía mucho a la madera de la que él provenía, pero estaba viva. Esa cosa crecía y crecía, y al crecer lo rompía pero también le daba una nueva vida. Y entonces el viejo piano vio como se fundía con un árbol joven..

No le molestó que aquel árbol se fusionase con él, al contrario se alegró. Porque al agitar el viento las ramas del árbol, su tronco presionaba las teclas y hacía sonar algunas de las notas que el viejo piano aun guardaba en su interior. Y aunque estaban desafinadas por su estancia en el bosque, seguían recordando a su viejo corazón que aquellas teclas aún podían ser pulsadas, y que aún quedaba música por hacer.

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