Un pequeño detalle, una
palabra (aunque sea una tontería) o solamente una sola presencia
sirven de mucho. ¿Para qué sirven? Ahora os lo cuento.
Siempre suele haber un
amigo a tu lado que no está en su mejor momento. Notas que pasa
cabizbajo la mayor parte el tiempo, empieza a hablar poco, a
responder con evasivas y no tiene ganas de hacer nada. Es entonces
cuando decides hacer uso del don. Ése que tienen algunas personas
para animar, hacer reír, compartir la carga, como Simón de
Cirene... No hace falta saber hacer todas estas cosas. Basta solo con
hablar a otros, con soltar algún comentario gracioso o con
escuchar, sin decir nada, ser el confidente, estar ahí. Y es que,
ayudar a alguien, a menudo suele ser muy gratificante.
¿De qué sirve guardarse
sonrisas, consejos o buenas palabras, si luego no las utilizamos? No
hay que guardarse esa habilidad, hay que usarla. Si la tenemos, será
por algo. Al otro le hará bien saber que no está solo y que hay
alguien dispuesto a ayudarle con sus preocupaciones.
Una vez un sabio me contó que las personas poseen dones muy diferentes, y que no sirve de nada guardarlos para que los que están alrededor se sientan seguros, al contrario hay que sacarlos, ya que inconscientemente das permiso a otros para que hagan lo mismo. Recuerda, siempre que necesites algo, estará a tu lado la persona adecuada para escucharte.