Un Oscuro Secreto

Había acabado el curso, lo que significaba el comienzo de las vacaciones. Mi amigo y yo teníamos ya todo planificado, nos íbamos a pasar unos días a la costa, sin más demora cargamos las maletas en el coche, nos esperaba el descanso y la felicidad. Pusimos rumbo hacia el este, pronto el sol fue dejando su impronta y el sudor se pegaba a la camiseta, la radio no dejaba de emitir esas baladas dignas de los años 70. Tras una hora de viaje sentíamos como las rodillas se volvían más romas, así que decidimos parar. Al salir del coche, el clima mediterráneo ya se dejaba notar, la humedad empezaba a tomar protagonismo. —Se nota que nos acercamos a la costa— Afirmé, dejando que ese aire de interior y costa se mezclara en mis pulmones. Pronto volvimos al coche, ya que el nerviosismo por llegar se palpaba en el ambiente.

Transcurrida una hora de viaje, empezamos a reconocer el sitio. Aquellos pinos presentes en la serranía habían dejado paso a esos naranjos típicos de la zona levantina, el mar se dejaba ver de vez en cuando y la humedad se tornaba insoportable. Ya pensaba que iba a desfallecer, cuando reconocí el camino. —Aguanta que ya llegamos— Me dijo mi amigo, con una emoción digna de un niño pequeño cuando ve el mar por primera vez. A lo lejos se podía vislumbrar que la casa se alzaba solitaria entre la vegetación, conforme nos íbamos acercando, los rayos de sol dejaban de manifiesto, las pequeñas alteraciones realizadas en la estructura a lo largo del tiempo. A pocos metros, se encontraba la piscina, y más allá una edificación que parecía un barracón. Aparcamos y comenzamos a instalarnos en el que sería nuestro hogar durante las próximas semanas.

Una vez descansados, decidimos comenzar una partida de rol. Hubo investigación, tormentas, persecuciones, edificaciones en ruinas, y algún que otro descubrimiento macabro. Las horas pasaron de tal manera que la noche nos sorprendió, solo se escuchaba el suave ronroneo del motor. Decidimos cenar, hablamos un poco y nos fuimos a dormir. A la mañana siguiente, me despertó un dulce aroma a café, fui a la cocina y encontré a mi amigo sentado a la mesa, con una taza en las manos —¡Vi los relámpagos desde mi ventana! —Me dijo.

Días más tarde, se repitió la misma situación. —No puede ser —le dije—. Hace una semana que no llueve por aquí ¡Lo habrás soñado! —Añadí— Me miró desconcertado, pero no le dimos importancia y todo volvió a la normalidad.

La noche anterior a nuestra vuelta, se desató una tormenta eléctrica como nunca había visto. El viento enfurecido azotaba las contraventanas de madera contra la fachada, los relámpagos no me dejaban dormir. << ¿Y si mi amigo tenía razón?>> Me pregunté. Minutos más tarde, algo llamó mi atención, una sombra apareció delante de la ventana de mi habitación, quedé presa del pánico a descubrir que era mi amigo vestido con una túnica, y una daga ensangrentada en la mano derecha. Sin hacer ruido volví a la cama y esperé al nuevo día.

Al día siguiente, lo encontré sentado a la mesa con una taza entre las manos. —¡No habrá más relámpagos en mi ventana! —Exclamó sonriendo. A partir de esas vacaciones ya nada fue igual.



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