El sol se alzaba lentamente en el horizonte, pintando el cielo con tonos de naranja y rosa. Respiré profundamente, llenando mis pulmones con el aire fresco y limpio del nuevo mundo que se desplegaba ante mí. Las suaves colinas de bloques verdes, y el sonido lejano del agua corriendo me daban la bienvenida. No había nada, solo yo y un mundo lleno de posibilidades infinitas. Decidido a sobrevivir la primera noche, me puse manos a la obra. Comencé por recoger madera de los árboles cercanos, a cada golpe del hacha, sentía una mezcla de emoción y aprehensión. Sabía que debía construir un refugio antes de que la noche trajera consigo a las criaturas de la oscuridad.
Mientras talaba árboles y recolectaba recursos, mis pensamientos se centraban en una única cosa: construir mi primera casa. Visualicé una pequeña cabaña junto al río, lo suficientemente fuerte como para mantenerme seguro. La imaginación corría más rápido que mis manos mientras trabajaba con determinación. Me sorprendió lo rápido que pasa el tiempo, y antes de que pudiese darme cuenta, el sol comenzaba a descender detrás de las montañas. Con mis últimos esfuerzos, terminé la cabaña y encendí una antorcha que iluminó el interior con un cálido resplandor. Sentado en la cama, observé las estrellas a través de una pequeña ventana y me sentí agradecido por este mundo lleno de oportunidades.
La primera noche siempre es la más difícil, pero también la más gratificante. Tenia la mente puesta en el mañana, ya que estaba ansioso por seguir explorando y construyendo. Siempre había soñado con tener una torre de hechicera. También quería seguir descubriendo los secretos que este nuevo mundo tenía para ofrecer. Pero por ahora, la parte más importante estaba hecha, con mi primer refugio construido, podía descansar sabiendo que había superado el primer desafío.

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