Dentro de cada persona existen dos fuerzas opuestas que influyen en nuestras acciones y comportamientos: una fuerza positiva, que nos llena de alegría y felicidad; y una fuerza negativa, que nos sumerge en pensamientos sombríos y pesimistas. En condiciones normales, estas fuerzas están en un delicado equilibrio, permitiéndonos regular nuestra forma de actuar en el amplio abanico de posibilidades que se pueden dar ante una situación. Sin embargo, hay ocasiones en que ese equilibrio se rompe y una de las fuerzas toma el control, iniciando una batalla interna, donde, a veces, la oscuridad puede acabar prevaleciendo.
A partir de este momento, tu vida comenzará a regirse por un caos que irá en aumento. Esa progresión puede llevar a cometer acciones de dudosa reputación, hasta que sientas que estás perdiendo el control. Y, por mucho que se quiera dominar, en ocasiones resulta imposible, hasta el punto de ver que el mundo se vuelve más sombrío y la oscuridad devora la luz que guía tus pasos. Llegados a este punto, es posible caer en la creencia de que no existe claridad alguna en ti... y tu lado oscuro toma el control total de tu vida. Haces cosas irracionales que jamás pensaste que podías hacer. Tu forma de pensar se vuelve más negativa; en cada acción ves la maldad amplificada, y te sientes, o tienes la creencia, de que el mundo está en tu contra. Si algo malo ocurre a tu alrededor, pasas de ello. Te sucede como a aquellos que han caído al lado oscuro: solo puedes sentir cómo la oscuridad consume toda la luz en tu interior.
Sin embargo, incluso en los momentos más oscuros, hay esperanza. A veces, cuando menos lo esperas, un rayo de luz puede romper la oscuridad. Puede llegar a ser tan potente que te hace olvidar todo lo malo. Tus ojos recuperan poco a poco su viveza y energía. A medida que recuperas tu verdadera esencia, te das cuenta de que el equilibrio interno es posible. No obstante, siempre quedará algún recuerdo de tu antiguo estado que analizarás durante cierto tiempo, pero no vale la pena preocuparse por eso. Piensa en el mañana, no en el ayer, porque si no, tu vida estará alienada al pasado y no la vivirás al máximo.
Todo esto suena muy bien en teoría, pero cuando lo vives, no es tan fácil. Afortunadamente, siempre tendrás a alguien que no te deje hacer locuras de las que puedas arrepentirte en el futuro. Gracias a la esperanza, al amor y a aquellos que nos rodean, podemos encontrar la manera de volver a la luz. Es aconsejable mantener el equilibrio en la vida y nunca perder la fe en que la luz puede volver a brillar, incluso en los momentos más oscuros.
