Mes 4: El Reloj de los sueños

Existía un sitio remoto de una ciudad donde el bullicio parece detenerse; rodeado de calles estrechas iluminadas tímidamente por faroles antiguos, se encuentra una tienda de antigüedades llamada: "El Reloj de los sueños". Está situada en una esquina donde las fachadas de los edificios muestran el paso del tiempo. De los balcones de hierro forjado, las flores situadas en las jardineras, impregnan el arie con su aroma que unido al sonido de una fuente cercana, dotan al lugar de paz y tranquilidad. Las tiendas que rodean “El Reloj de los Sueños” son igualmente pintorescas, con escaparates exhibiendo todo tipo de artesanías locales y libros antiguos. En las noches la luz de los faroles, dibujan sombras danzantes sobre los adoquines creando un ambiente mágico y nostálgico. Haciendo que el tiempo se detenga, permitiendo a los visitantes perderse en sus pensamientos y en la belleza de lo antiguo. 

El local lo regentaba el señor Martínez. Era un hombre mediana edad, con una presencia tranquila y acogedora. El cabello ya lucia gris, mientras que los ojos reflejaban una sabiduría adquirida a lo largo de los años. Siempre vestía con elegancia, los trajes estaban bien cuidados y un sombrero que le otorgaba un aire distinguido. Era conocido tanto por su amabilidad, como por su disposición a escuchar a los demás. Poseía una voz suave y calmada, lo que hacía que conversar con él fuera una experiencia agradable a la ver que enriquecedora. 

Al entrar al establecimiento, un suave  tintineo de campanas recibe a los  clientes, el ambiente estaba impregnado con el aroma de madera antigua y libros viejos. Las estanterías se encontraban por todas partes albergando todo dipo de objetos curiosos como relojes de péndulo, cajas de música, porcelanas delicada, muebles de épocas pasadas... En el centro de la tienda, había una gran mesa de roble donde estaban expuestos los artículos más preciados, cada uno con una etiqueta escrita a mano que contaba su historia. Las vitrinas de cristal mostraban joyas antiguas y relojes de bolsillo, brillando bajo la luz cálida de las lámparas de araña.

El Reloj de la entrada no funcionaba como los demás, ya que no marcaba ni las horas ni los minutos, sino los sueños. Cuando alguien entraba en la tienda, comenzaba a girar lentamente señalando con sus agujas imágenes en lugar de números. Cada una de ellas representaba un deseo, una esperanza o un anhelo profundo. Cuando entraba un cliente el señor Martínez le recibía con una sonrisa y los guiaba hacia el reloj. 

—Mira con atención —decía. —Tu sueño está ahí, esperando ser descubierto.

Era una tarde lluviosa cuando una joven llamada Sofía entró en la tienda, sus ojos brillaban con tristeza y su cabello estaba empapado por la lluvia. El amable dependiente la condujo al extraño artefacto y le apremió a que mirara las imágenes. 

—¿Qué significan?  —preguntó Sofía. El anciano sonrió.  —La rosa representa el amor verdadero que buscas, el libro es la sabiduría que necesitas para encontrarlo. Y la llave… la llave abre la puerta hacia tu destino.

Sofía salió de la tienda con las palabras del anticuario rondando por su cabeza. Durante semanas, intentó seguir las pistas del reloj sin éxito. Hasta que un día, mientras paseaba por el parque, encontró una rosa roja en un banco, y junto a ella, había un libro abandonado. Al abrirlo, descubrió una carta de amor escrita hace décadas. La firma llevaba el nombre de un hombre que ya no estaba en este mundo.

Sofía prosiguió con su investigación y descubrió que aquel hombre había sido el dueño de la tienda de antigüedades en su juventud, había amado profundamente a una mujer pero nunca pudo decírselo. La llave dorada, según la leyenda, estaba escondida en algún lugar de la ciudad. La idea de encontrar la llave la obsesionada, recorrió calles, parques, edificios... Llegó hasta el último rincón de la ciudad. Hasta que una noche bajo la luna llena, encontró una puerta antigua en un callejón estrecho. De repente, como por arte de magia, la llave dorada apareció en un bolsillo de la chaqueta, la sacó y descubrió que la llave encajaba perfectamente en la cerradura, y al giro la puerta se abrió lentamente.

Detrás de ella, Sofía encontró un jardín secreto, donde las rosas rojas florecían en todas partes, y en el centro, un anciano con ojos cansados la esperaba. Una mezcla de extrañeza y espectación indundo su cuerpo, cuando al acercarse distinguió la figura del señor Martínez. 

—Has encontrado tu sueño —dijo. —El amor verdadero está aquí, en este jardín. Pero ten cuidado, Sofía. El tiempo es frágil en este lugar. No puedes quedarte para siempre.

Sofía miró al anciano y sonrió, asintiendo levemente con la cabeza. Con la certeza que ese era el lugar donde quería estar, ya que sabía su felicidad se encontraba su felicidad. Al cabo de mucho tiempo, el reloj de los sueños dejó de girar, dejando que su magia permanecerá en el corazón de quienes creían en los deseos y las esperanzas que un día atesoró.



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